Me dijeron que una buena forma de dejarlos ir, era escribiendo y aunque a la fecha no podía ni siquiera eso, hoy que como muchas otras noches, no puedo dormir aprovecho el momento y me dedico a la tarea de no pasar un día más sin dejar de escribir que el Cigala es últimamente mi compañero de viaje.
Como dice la canción voy de "los amores que no se pueden olvidar, hasta el vete de mí, y las manos que ya no te pueden sujetar."
Es increíble y completamente personal, porque, hasta el tuétano de cada uno de mis huesos; soy necia por que no los dejo de pensar.
De la nada y por nada los lloro a borbotones.
Con una pena que no me lleva según parece a ningún lugar.
Me queda claro que de la risa al llanto solo hay un paso. De la misma forma que de la fuerza a la fragilidad me separan solo instantes de absoluta soledad.
La experiencia repentina de no tenerlos a los dos me llena el alma de luces y de sombras.
Hacer el paisaje de su amor y recorrer las líneas que me lleven al brillo espectacular que fue compartir, vivir y despedir su presencia es mi justo deber actual.
Tiempo al tiempo y hay que dejarlo pasar.
Al día de hoy ya son docena y tantos meses que no están, empiezo a disfrutar cada recuerdo que me deja seguir teniéndolos flanqueando mi camino y llevándome, según todo lo que pudimos compartir a un lugar soñado por los tres.
Planeo los pendientes y paso a paso; los empiezo a palomear.
Encontré una frase celebre que dice "ningún viento sopla a favor de él que no sabe a donde ir".
La grabo en mi mente y continuamente como un timón la utilizo para que me mantenga en mi idea del camino que quiero seguir.
Y aunque el Cigala sigue entre mis cantantes más oídos; ahora me lleno de entusiasmo con Nina Simone todo un descubrimiento de la música de mi papá.
Hoy dejo que la luna pase sobre mí y que el sol llene de color mi expresión.
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